No hay soberbia en soledad

Golpecitos en la espalda. Escucha el sermón que le están soltando. Ni siquiera presta atención a las palabras ni a la expresión de la persona interlocutora. Agacha la cabeza para recibir el "sabio" consejo de la persona vanidosa que no percibe las lágrimas que asoman por sus ojos.




Llora por la lástima de perder su mundo utópico. Un mundo de personas iguales que escuchan y comparten, que perciben y cuidan, que aman y aceptan.




¿Cómo reaccionar ante tanta soberbia? ¿Cómo diferenciar a esas personas sin aislarse? ¡Qué buena es la soledad!

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